
La realidad de las aulas chilenas actualmente es totalmente distinta a la de fines de los 90, ahora nos encontraremos con un paisaje variopinto, donde se entremezclan distintas culturas y etnias, que reflejan la diversidad de una sociedad del siglo XXI.
Es que se según el informe del Servicio Jesuita a Migrantes del 2020, la matrícula de estudiantes extranjeros se triplicó en Chile con respecto al año 2016, incorporando a estudiantes migrantes desde países como Perú, Haití, Venezuela y Colombia.
El último informe el Ministerio de Educación especifica que el número de estudiantes extranjeros en el país es de 178.060, representando el 4,9 % de las matrículas totales del sistema escolar chileno. Es por ello que cada día se hace necesario la aplicación de una política educativa de carácter intercultural, que vaya más allá del bilingüismo de los pueblos originarios.
En este contexto toma relevancia la capacitación docente, ya que según la doctora Laura Sevilla Brenes, encargada del módulo de “Inclusión de los niños y niñas migrantes en su nuevo espacio educativo” del Máster de Educación con mención en Diversidad e Inclusión dictado por la Universidad de Cádiz en conjunto con Fundación Fucid en Chile, es necesario aplicar una política de integración específica y desarrollada considerando que los niños extranjeros que llegan al país después de recorrer largos trayectos y vienen cargados de historias humanitarias cargadas de emotividad y traumas.
Según la experta, la interculturalización se vuelve un punto necesario para abordar debido a que los docentes chilenos no están capacitados ni cuentan con recursos para entender esta temática. “A pesar de que en su mayoría los estudiantes migrantes provienen del continente americano, y aún más de países vecinos, el tema cultural se vuelve difícil de abordar, aún más en los establecimientos escolares ubicados en zonas con poca historia migratoria”, señala.
Además, resalta como barreras para la inclusión efectiva que en algunos lugares se registran casos de discriminación por color de piel, formas de hablar y hasta el idioma nativo. “Es indispensable que el docente se formen, que desde el Estado y los sostenedores de los establecimientos escolares se generen políticas de capacitación e integración. Mientras más información tengan los docentes y el resto de los estudiantes más fácil es el proceso de acogida”, detalla.
“Más allá del enfoque pedagógico que se utilice para el abordaje de la educación inclusiva, el énfasis debe estar en el desarrollo de asignaturas que impacten en la forma de pensar y actuar de los futuros profesores”, resaltó la doctora.